El talento masculino es una parte complementaria de toda empresa. Se reconoce fácilmente a ese profesional que no tiene miedo a compartir su liderazgo y soberanía con sus compañeras, que lucha por su derecho a la paternidad y conciliación personal, a pesar de poner en juego la meta de su ambición.
La agresividad positiva, para luchar, competir y localizar metas más adecuadas para todo el equipo y sus integrantes, es una de las mejores cualidades de este género. Además, estos talentos tienen un excepcional método para entender la calidad y el trabajo bien hecho, independientemente del género de su procedencia.
La capacidad de relación con los demás, voluntad de ganarse, por su forma trabajar, el respeto profesional de los compañeros, de los jefes y de los clientes, junto con un permanente espíritu de aprendizaje y cumplimiento de compromisos, es digno de destacar en cualquier equipo de trabajo. Por ese espíritu primario de lucha, a penas tienen temor para tener la iniciativa y resolver los temas por sí mismos.
ELLOS son más leales al proyecto, ayudan al superior comentándole lo que se debería mejorar, sin dudar en asumir los retos hasta el final. Son más tajantes a la hora de cortar con los conocidos “pasilleos negativos” y se esfuerzan más en ayudar a que se mantenga un buen clima en el equipo. Además son más cautos, piensan antes de hablar y miden cada una de las actuaciones, una ventaja para ser tenida en cuenta en cualquier método y estrategia de trabajo.
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